jueves, 30 de junio de 2011

Un día en Torreón

En algún momento del día surge el tema de la inseguridad, alguien habla de él y todos los demás comparten sus experiencias. Pareciera que es el único tema en el que todos tenemos algo en común.

En algún momento del día se enciende el televisor, porque no se puede estar en las calles y es mejor estar protegido por los muros del hogar, del nido blindado. Es muy gracioso ver la ingenuidad de las series gringas en las que se habla de asesinatos; aquí vivimos esas cosas todos los días y no tiene nada que ver con los casos planteados en Sony o en Warner.

En algún momento del día, cuando ya no hay sol y la ciudad debería de estar durmiendo, se escuchan detonaciones, que para consolarnos podemos pensar que son cohetes; que en algún momento, al principio de la guerra, causaban insomnio, pero que ahora, tristemente, nos arrullan cada noche. 

Selecciones gubernamentales

No sé que me da más pena, si las selecciones mexicanas de futbol con escándalos relacionados con prostitución, dopaje y más prostitución; o las elecciones gubernamentales en Coahuila. Creo que la segunda.

Desde que llegué a Torreón he visto mucha publicidad de todos los partidos políticos que se encuentran en la contienda, sobre todo de los dos mayoritarios en la región; el Partido Revolucionario Institucional y el Partido Acción Nacional.

Existen promesas poco claras y abstractas por parte de todos, frases mal formuladas, posibles soluciones mal planteadas, pero sobre todo un ataque directo y contundente entre los dos participantes más fuertes; Ruben Moreira, del PRI y Guillermo Anaya, del PAN.

Es triste ver que exista la posibilidad de que el gobierno de un Estado pase de manos de un hermano (Humberto Moreira) a otro (Rubén Moreira), independientemente del papel que el primero haya desempeñado durante su mandato. Es obvio que al existir un candidato con una relación familiar tan directa con el gobernante anterior, existirá apoyo directo e indirecto por parte de las instituciones gubernamentales del estado, así como de todo el aparato burocrático que depende del mandatario en turno.

Es triste ver que el candidato más cercano en votos (Guillermo Anaya) base su campaña en ataques al oponente. Si bien existen propuestas por parte de éste, la mayor parte de los recursos se han destinado a realizar ataques en contra del priista. Se han entregado casa por casa periódicos falsos y CD’s denunciando redes de corrupción, que además pretenden sacar a la luz relaciones de amistad con dictadores de extrema izquierda y delitos fraudulentos cometidos durante mandatos ajenos, ante tal cantidad de información recopilada de lugares poco confiables es muy notoria la intención de desacreditar por todos los medios posibles al oponente sin la menor intención de proponer alternativas, exponiendo como única opción el voto por el partido contrario a las críticas y cayendo en el mismo juego sucio que se critica.

Unos escupiendo falacias y ataques por todos los medios de información posibles; otros burlándose sínicamente de los adversarios y de los ciudadanos al prácticamente tener la elección ganada a pesar de haber propuesto al hermano del gobernador en turno; todos comprando votos y faltándole al respeto a los electores, a los que harán que uno u otro gobierne.

A pesar de que nos encontramos en medio de un juego político que ha existido desde hace mucho tiempo, en el que se piensa, “todo se vale”, creo que es muy peligroso aceptar esto. Esta violencia electoral se puede traducir en momentos críticos a violencia social, como sucedió en las elecciones presidenciales del 2006. El hecho de partir la opinión pública con fines de conveniencia electoral contribuye a destruir la cohesión social y la confianza entre los ciudadanos, y esto es precisamente lo que menos necesitamos en estos momentos. Por eso es preocupante que los esfuerzos de los dos partidos más importantes en la región se centren en atacar y desacreditar al oponente, en destruir y no en construir. 

Ahora mismo estamos viviendo las consecuencias de este “juego sin reglas”, ahora mismo estamos siendo testigos de la forma en la cual los actores políticos deciden ignorar propuestas serias para intentar resolver los grandes problemas de seguridad por los que atravesamos. A pesar de que en la agenda de todos los contendientes está el tema de seguridad, nadie está siendo congruente mediante acciones en las campañas. Esta polarización social solo crea divisiones entre los habitantes de la región, que distan mucho de traer algo bueno en el corto plazo.

Si nos encontramos en una sociedad enferma, que agoniza por responsabilidad propia, del gobierno, de las empresas y en mayor parte por culpa del crimen organizado, lo peor que podemos hacer es romper los pocos lazos tenues que existen entre nosotros por un pretexto electoral.

Hoy, a pocos días de las elecciones, tengo sentimientos encontrados; estoy feliz porque ya no me corresponde votar aquí (a pesar de querer ayudar); y estoy muy triste por ver que estas prácticas electorales siguen vigentes y no existen intenciones de que cambien.

Es agobiante ver que estamos repitiendo el error del 2006, que nos estamos dejando llevar por una polarización social peligrosa y que los partidos están contribuyendo a esto. A la vuelta de la esquina está el 2012… y ahora con 40’000 muertos de por medio. Aguas.