Cuando pensaba que ya había descifrado suficiente, me había cansado de pensar y había vuelto a empezar… llegó Europa, seductora, refinada, vieja pero con espíritu joven, sabia y fría.
Llegaron los castillos, los jardines, los molinos, las lenguas imposibles de entender, y ahí, en medio del cuento, me di cuenta que quería despertar otra vez en Torreón. Quería que el pino fuera palmera; no quería un diccionario de cervezas, sólo clara u obscura; que los viejos escondidos en asilos salieran a bailar a la plaza de armas; que ese acordeón melancólico tocara algunas notas de cumbia; que la gente dejara de estresarse por relojes y empezara a apreciar los atardeceres.
Hace mucho tiempo que no era tan feliz, vivo muy relajado, pienso en cosas más bonitas, y como un masoquista, quiero dejar atrás este confort, volver al lugar donde hay problemas graves, intentar hacer cosas, creer que en algún momento allá tendremos la paz y la certidumbre de acá; pero con palmeras, con cerveza clara u obscura, con viejos bailando en la plaza de armas una cumbia bajo el cielo color durazno.