viernes, 30 de marzo de 2012

El mexicano y la muerte

Aquí se festeja a la vida
Riendo y llorando con ella
A veces temiendo perderla
Amándola cada día más

Hace unas semanas una amiga de Canarias me preguntó a cerca de la relación que había entre los mexicanos y la muerte, quizás habiendo visto imágenes coloridas del día de muertos en alguna revista de historia o de avión y muy probablemente habiendo visto imágenes de muertos de verdad en algún periódico o noticiero, producto de la actual crisis de inseguridad que vivimos en el país.

Le dije que había que separar entre esas dos cosas: una es una tradición antiquísima de la que muchos mexicanos (a pesar de ser geográfica y culturalmente ajenos) nos sentimos orgullosos y otra es una situación que nos causa molestia escuchar, sorpresiva hasta para nosotros mismos, dolorosa, presente.

Hace unos días leyendo analogías del axolote y algunos textos de Ibargüengoitia me puse a pensar si existiría alguna relación entre esa concepción de la muerte asociada con lo alegre que muchos mexicanos presumimos y los sentimientos encontrados por esta guerra evitable.

Probablemente muchos de nosotros (es cierto que el problema no tiene la misma magnitud en todo el país) vivimos con miedo a la muerte, la incertidumbre del cuándo y el dónde son más comunes, algunos la hemos visto de cerca y otros 50’000 ya están con ella.

¿Será que ese tono burlesco hacia la muerte aprendido desde niños ahora se hace presente? ¿Será que es un miedo inmenso disfrazado de risa nerviosa?


p.d.- La tradición cultural nació siglos antes que el problema de inseguridad actual, es claro que no existe una relación histórica directa, pero sí muchas coincidencias y asociaciones contrastantes, así como la incomodidad de habernos contradicho en nuestra alegre y ecléctica concepción de la catrina. El 2 de Noviembre se desbordó del pueblo purépecha e inundó todo el país, no sólo geográficamente sino temporalmente; todos los días son día de muertos. 

miércoles, 21 de marzo de 2012

Vargas Mota

No está mal que Vargas Llosa esté orgulloso del neoliberalismo o emita su punto de vista sobre las elecciones en México. Al final se trata de una persona que quiere el bien, desde su muy peculiar punto de vista.

Lo que sorprende es que se trate de un escritor latinoamericano y que exista tal falta de sensibilidad al apoyar abiertamente una guerra, al hablar de política de forma tan parcial cada vez que asiste a una entrega de premios o a una conferencia y al no ayudarnos a sus lectores a separar entre su obra y su ideología. Nos la pone difícil este premio nobel de “la paz”.