miércoles, 11 de julio de 2012

El candado lagunero

Hoy me obligaron a pensar en Torreón; en todo lo que me gusta y me disgusta. Definitivamente gana lo primero, pero hace falta un poco más de crítica.


Omitiendo las gorditas, el calor, los balazos o el Santos, intenté pensar en algo más esencial, en lo que no es palpable y nos define.
Recordé una de las frases más repetidas en la región: "Vencimos al desierto".
Nos sentimos orgullosos de eso, levantamos una mancha metropolitana de más de un millón de personas en menos de 100 años, como un oasis, en medio de la nada. Somos la cuna de muchas de las empresas más exitosas a nivel nacional y continental. Tenemos, como en el Ruhrgebiet, una cultura industrial.
Quisimos pensar que el desierto nos la pelaba; que el ecosistema que nos dejó formarnos y superarnos nos había obligado a deformarlo y superarlo. Se nos olvidó convivir con él.
Me acordé también del arsénico en el agua, el plomo en la sangre, los 30 millones de pollos y las vacas que superan el medio millón. Los ríos sin agua, la laguna desértica.
Se me ocurrió entonces reformular el slogan expuesto anteriormente, quizás debería de ser: "Nos cogimos al desierto y nos hicimos un candado".
(Para los que no sepan, "el candado" es una posición en la que el pene se introduce en el ano de la misma persona, en otras palabras, nos autocogimos).

lunes, 2 de julio de 2012

Despeñadero


En estos momentos gran parte del país tiene un desmadre emocional; tristeza, desesperación, enojo, incredulidad.

A pesar de que llevamos meses esperando el resultado, escuchando en los medios que Enrique Peña Nieto tiene una ventaja irrevocable y que el PRI volverá a gobernar, saber que esto ya está sucediendo opaca por completo cualquier ilusión.

Después de darle vueltas todo el día pensé en qué hubiera pasado si cualquier otro candidato de nuestra preferencia hubiera ganado. Llegué a la conclusión de que fuera de sentir que tuvimos un triunfo electoral y que logramos escupir la historia que los medios han querido que nos traguemos, el 2 de Julio no es tan diferente al 30 de Junio.

Seguimos siendo un país con graves problemas económicos, con la mitad de nuestra población viviendo en la pobreza, con una guerra contra el narcotráfico que se ha llevado a más de 60’000 personas en el último sexenio y con un futuro muy borroso.

Dudo que con este cambio en el ejecutivo existan grandes mejorías, como tampoco sucedió con los anteriores presidentes panistas. Dudo, por otro lado, que las clases acomodadas tengan algo de qué preocuparse. Creo que seguiremos viviendo en un sistema similar, con un inepto como presidente, pero con la muy celebrada estabilidad macroeconómica del último sexenio. Cambiarán funcionarios, cambiará el color de la publicidad del gobierno federal, pero se seguirá reaccionando lento a los problemas. La clase media seguirá estando en medio y los gritos de abajo serán silenciados con despensas o simplemente no se les acercará un micrófono.

Dudo también que los jóvenes (no hay que ser estudiante ni veinteañero para seguir siendo un joven) nos conformemos. Creo que con el paso de los meses bajará la intensidad de los reclamos, pero los que ya nos paramos no nos vamos a volver a sentar.

Esta bofetada histórica va a provocar que los que queríamos abrir los ojos terminemos por despertarnos. El clima previo al proceso nos demostró que somos muchos los inconformes y que contamos con medios para expresarnos. 

Sería muy ingenuo pensar que todo lo que hemos hecho hasta ahora se quedará en el aire, si ayer fueron las elecciones y hoy amanecimos con Peña Nieto como presidente, entonces esto apenas empieza.

¡Ánimo México!