Hace un par
de años, cuando Ciudad Juárez aparecía en las portadas internacionales como la
ciudad más insegura del mundo, me preguntaba cómo sería vivir en una región
así.
¿Cómo era
posible llegar a tal descomposición social? ¿Dónde estaban las instituciones?
¿Qué pasaba con las universidades? ¿Por qué había gente que se empeñaba en
vivir ahí?
Hoy,
tristemente, encuentro todas esas respuestas en mi propia ciudad.
Después de algunas semanas de inactividad (hace dos meses se
publicó Muertorreón y necesitaba un break) me sentí obligado a dar mi punto de
vista sobre este nada agradable primer lugar nacional. Intentaré resumir
algunos puntos por los que considero que llegamos a estos niveles de violencia
en La Laguna, tomando en cuenta quién gobierna la región, quién pelea por la
plaza y cómo la geografía juega un papel importante.
Para muchos la importancia económica de la región y su
ubicación estratégica representan explicaciones para esta disputa. Sí y no.
Si bien se trata de una de las zonas metropolitanas más
grandes de México (la novena según el INEGI), existen urbes de mayor tamaño e
importancia económica en el norte del país que actualmente cuentan con tasas de
homicidios más bajas, como los casos de Monterrey o Tijuana. El tamaño, por sí
mismo, no es una variable que determine la violencia.
La ubicación geográfica sí juega un rol crucial, aunque
existen plazas con una importancia estratégica mayor. A pesar de que el consumo
doméstico ha aumentado exponencialmente y con éste el narcomenudeo ha ganado
terreno, el gran negocio sigue siendo el mercado estadounidense. Lugares como
Ciudad Juárez, Reynosa, Nuevo Laredo o Matamoros pueden ser más tentadores que
La Laguna.
Entonces, si no se puede explicar la complejidad del problema
con estas simples hipótesis, hay que analizar a los principales actores y sobre
todo poner atención a los problemas estructurales y sistemáticos. Quizás el más
importante es que se trata de una zona metropolitana en la que convergen dos
estados.
Quince municipios, pero sobre todo dos estados significan
legislaciones diferentes, con tiempos electorales que difieren, partidos e
intereses que buscan cosas distintas y un número absurdo de corporaciones
policiales que impiden acciones unilaterales. Existe un problema generalizado
para toda una región, pero dos formas distintas de abordarlo desde el Estado,
poca vinculación y un abandono palpable desde las capitales de Coahuila y
Durango.
El Río Nazas no sólo delimita una frontera política, también
sirve como una línea entre cárteles. Aquí se vuelve a hacer presente nuestra
mala suerte, ya que de un lado se encuentra el cartel más grande y poderoso del
país (Sinaloa) y del otro el más sanguinario (Los Zetas).
En otras regiones las plazas son disputadas por otras
organizaciones, que operan de forma distinta y donde generalmente hay un grupo
dominante. Aquí hay un empate macabro, todo el tiempo se intenta superar lo que
hizo el bando rival de formas cada vez más sanguinarias.
Finalmente, creo que es importante dejar claro que a pesar de
haber cometido muchos errores como sociedad, tampoco destacamos por cagarla más
que el resto. La Laguna, per se, no es más corrupta que otras zonas
metropolitanas (a pesar de todo lo que se puede escarbar en Coahuila). Tuvimos
una pésima suerte geográfica, que nos dejó atrapados entre dos estados, bailando
con los dos cárteles más violentos del país.
P.D. Mantengo mi opinión sobre la estupidez que significó
empezar (y seguir) haciendo así las cosas. Siempre criticaré esta estrategia
deforme e inepta.