miércoles, 30 de abril de 2014

La japo-lagunera

Hace unos días demolieron “La Japonesa” uno de los comercios con más tradición del centro de Torreón. Después de conocer la noticia me agüité para después cuestionarme, ¿por qué nos entristece el derrumbamiento de una tienda?

La historia de Torreón está muy ligada al comercio, desde sus inicios los mercados y el intercambio de productos jugaron un papel muy importante en la construcción de la ciudad. Los modernos edificios y las calles anchas tapizadas de palmeras fueron cambiándole la cara a uno de los centros históricos más interesantes y polifacéticos del norte.

La contradicción de estilos arquitectónicos nos remite al mestizaje cultural de la región, en el primer cuadro conviven indicios de art-nouveau, construcciones art-déco, destellos moriscos y edificios agringados. El tiempo pasó rápido en una de las regiones más jóvenes del país, lejos de contar con un paisaje homogéneo y ordenado, nos encontramos con formas irreconciliables que extrañamente cuajan.

Este espacio fue habitado, amado y agredido durante poco más de un siglo. Podríamos coser un hilo algodonesco desde la llegada del ferrocarril hasta nuestros días, pasando por el crecimiento vertiginoso y la decadencia. Una de las pocas constantes en esta historia enredada es precisamente la presencia del comercio en el primer cuadro, por eso el centro no murió y por eso, espero, pronto se levante.

¿Cuál es el peligro de demoler lo que nos queda? Que en esos espacios se forjó el pasado joven y el sentido histórico es una de las pocas cosas que nos pueden  ayudar a fortalecer nuestra identidad. No es un edificio menos, es patrimonio reducido a escombros. No es una tienda, es “La Japonesa” en el centro de Torreón. Es, irónicamente, un espacio que le dio muchas alegrías a la infancia de una región que aún es una niña.

P.D.
Si salvaguardamos el patrimonio histórico podemos compartir una cultura visual que se irá enriqueciendo y con suerte, se transmitirá a las siguientes generaciones. Podemos tener un proceso de generación y fortalecimiento de identidad, podemos querer más a La Laguna. 

viernes, 25 de abril de 2014

Las palabras

1: 
Afirmar que "no existen palabras" para describir algo es demasiado. Las palabras existen, el problema es ordenarlas. 

2: 
Hace unos días tuve que recurrir a otra lengua para distraerme. Estaba abrumado e intrigado por un conflicto (interno). Llegué al punto de no tener apetito, no poder dormir, no poder trabajar. Escuché consejos, intenté razonar, pero nada sirvió hasta que decidí pensar en otro idioma. ¿Me engañé a mi mismo? No se. Pero por un momento escapé del español y de las palabras que me asfixiaban.


martes, 22 de abril de 2014

Volver

La tierra llama. Es algo difícil de explicar, el agradecimiento es perpetuo y a veces, aunque el panorama parezca difuso, se tiene la firme convicción de que las oportunidades son infinitas.

Hay mucho por hacer y yo quiero estar ahí. Contribuir, con toda la humildad posible, a los esfuerzos que ya existen en la región. Sacar adelante iniciativas. Regresarle algo a un lugar que me ha dado mucho.

Nunca lo he considerado un retroceso. Al contrario, es un crecimiento personal basado en convicciones, implica madurez y desapego, pero implica sobre todo aprendizajes.

También se puede voltear para adelante.

miércoles, 9 de abril de 2014

per a noia

Sensaciones nuevas y desconocidas que delatan novatez en lo que se creía maduro.

Arritmia que confunde los compases; textos con ausencia de estructura.

jueves, 3 de abril de 2014

Breve pensamiento gordero

El sueño de todo lagunero y lagunera es poner un negocio de gorditas fuera de la región. Sabemos del potencial de este platillo, es simple, combinable y económico. Hemos convivido con él desde que somos pequeños y nuestro paladar ya es experto en la cata de guisos forrados en harina.

Para los chilanguneros el proceso ha sido lento, pero poco a poco hemos tenido más oportunidades de acceder a nuestro platillo regional. Hace pocos años se abrió una sucursal de gorditas cerca del Monumento a la Madre, más recientemente se inauguró un nuevo lugar en la Escandón y por último escuchamos de la venta de gorditas en la Colonia del Valle.

La gordimanía no es una simple moda gastronómica. Nos habla de un fenómeno más grande e interesante: en los últimos años muchas personas de La Laguna han llegado a la Ciudad de México y se han establecido (casi todos y todas) en un perímetro que abarca de Reforma a la del Valle, abrazando muchas colonias: Juárez, Cuauhtémoc, Condesa, Roma, Escandón, Narvarte, Nápoles...

Si a esto le sumamos que la mayor parte de las personas que se han desplazado al DF son jóvenes (entre los veintes y los treintas) que buscan espacios propositivos para pasar el rato, tomar o comer, tenemos la oferta y la demanda servidas.

Como consumidor y como lagunero me siento feliz de tener gorditas cerca, pero creo que aún podemos ir más allá. Usar esos lugares para convivir, seguir los partidos del Santos (o cualquier otro evento) e intercambiar experiencias nos puede ayudar a crear un sentido de comunidad que muchas veces es difícil de construir. Esto puede ser de gran ayuda para los recién llegados.

Dejando a un lado cualquier juicio de valor, contamos con un espacio institucional (La Casa de Coahuila), un espacio virtual (Laguneros en el DF) y ahora con varios espacios “gastronómicos” alrededor de los cuales podemos ir construyendo el sentido antes mencionado, asistiendo ya sea para interactuar o simplemente para comer.

Me parece chingon que aun siendo una región tan joven contemos con un platillo tan arraigado y que podamos seguir reproduciendo esa tradición en otras latitudes. A comer gorditas se ha dicho. 

miércoles, 2 de abril de 2014

La ciudad de las cantinas

Las cantinas son espacios de ocio y esparcimiento, de convivencia, charla y borrachera. Son lugares casi sagrados en los que se encarnan muchos mitos de la mexicanidad, sitios que han visto desfilar a políticos, burócratas, artistas y personajes que hacen de esta ciudad un lugar más interesante.

En una cantina no puede faltar la música, ya sean tríos de boleros, guitarristas solitarios o rockolas traga-monedas, la bebida y el baile siempre van de la mano. Otro aspecto importante es la comida, porque la gastronomía cantinesca raya en lo elegante y en lo callejero; bien se pueden probar platillos elaborados que riman con la opulencia de los viejos palacios capitalinos, como botanas y frituras para aguantar el hambre en los momentos más decadentes del día.

Al igual que en el ejemplo gastronómico antes mencionado, el ambiente de la cantina oscila entre dos polos. Las terribles diferencias de clases en México se concilian aquí, con un caballito de tequila o una bola de cerveza de barril. Desde la cara más honesta y melancólica del alcoholismo hasta la presencia de curros y catrines; del balazo de Pancho Villa en el techo al trago de tequila de los expresidentes de la república.

Las cantinas hablan en un lenguaje difícil de codificar, las historias son interminables, entenderlas nunca debe de ser un fin, hay que vivirlas, hay que dejarse arrastrar, hay que construir una relación de complicidad con su todo heterogéneo. Estar abiertos a que pase lo que tenga que pasar.