Esta tierra de contrastes nos
invita a reflexionar, se trata de un lugar en el que en poco tiempo pasó todo;
desde las promesas truncas de progreso hasta el olvido y el deterioro del
espacio.
Aquí conviven chimeneas oxidadas
con palmeras exuberantes, ríos sin agua y desiertos fértiles. Torreón es
polifacético, próspero y a la vez decadente, bipolar como sus estaciones del
tiempo y su sentido del humor.
El paisaje amarillento y plano
nos da una sensación de nostalgia, como si nos encontráramos en un lugar
solitario cubierto de polvo por el desierto y por el olvido. Y sin embargo, si
se pone atención y se mira con detalle, se descubre la vida escondida, que se
aferra y se adapta a las condiciones más adversas.
Nacen construcciones culturales,
mitos, tradiciones jóvenes. El espacio árido se nutre de espejismos y la ciudad
se levanta en medio de la nada, como un oasis grisáceo que resurge de ese polvo
inerte.
Después de pasar un rato aquí
cualquiera se dará cuenta de que la laguna no está seca.