miércoles, 17 de agosto de 2011

Cuando vuelvo a mi ciudad


Siempre he pensado que las ciudades tienen sentido del humor. Hay veces que visito un lugar y lo encuentro muy diferente a la última vez que estuve allí.

En mi última visita a Torreón lo noté amargo, indiferente. No sé que tanto pudo haber influido que nos encontramos en una de las peores rachas de inseguridad desde que comenzó la absurda guerra contra el narcotráfico o que antes de llegar leí una revista en la que se narraban todos los acontecimientos violentos que habían sucedido en la región a causa de este conflicto, pensé que quizás estaba predispuesto a ver una ciudad deprimida.

Al final resultó que no era mi imaginación. Torreón estaba triste. Todas las personas tenían miedo, las calles estaban desiertas, los comercios estaban cerrados. Todos cerraban los ojos y la boca, pero no por voluntad propia.

Los cabrones que ocasionaron esto no tienen la autoridad moral para hacerlo. Sentí muchísimo coraje, me sentí impotente, no podía creer que en tan poco tiempo todo pudiera cambiar tanto. ¿En qué momento permitimos que esto pasara?

Todos estaban conscientes de que habían cambiado sus hábitos por esta situación, pero nadie quería parecer un escandaloso. Todos sabían que la situación estaba mal, pero se conformaban. Quizás es ese sentimiento de no querer aceptar que todo ha empeorado.

Es triste saber que tu ciudad se está sintiendo mal. Volver. Y verla más enferma que como estaba la última vez que la dejaste.

jueves, 11 de agosto de 2011

Ya llegaron los soldados


Ya llegamos a un punto en el que decir frases cursies no se ve mal, de hecho ya llegamos a un punto en el que tenemos que decirlas. Ya llegó el día en el que las citas de Gandhi, de Martin Luther King y de Lennon otra vez suenan actuales. Ya la situación es tan inhumana que acostumbrarnos a la realidad nos convierte en unos insensibles. Qué triste, qué miedo, y qué buena oportunidad para abrir los ojos.