miércoles, 2 de abril de 2014

La ciudad de las cantinas

Las cantinas son espacios de ocio y esparcimiento, de convivencia, charla y borrachera. Son lugares casi sagrados en los que se encarnan muchos mitos de la mexicanidad, sitios que han visto desfilar a políticos, burócratas, artistas y personajes que hacen de esta ciudad un lugar más interesante.

En una cantina no puede faltar la música, ya sean tríos de boleros, guitarristas solitarios o rockolas traga-monedas, la bebida y el baile siempre van de la mano. Otro aspecto importante es la comida, porque la gastronomía cantinesca raya en lo elegante y en lo callejero; bien se pueden probar platillos elaborados que riman con la opulencia de los viejos palacios capitalinos, como botanas y frituras para aguantar el hambre en los momentos más decadentes del día.

Al igual que en el ejemplo gastronómico antes mencionado, el ambiente de la cantina oscila entre dos polos. Las terribles diferencias de clases en México se concilian aquí, con un caballito de tequila o una bola de cerveza de barril. Desde la cara más honesta y melancólica del alcoholismo hasta la presencia de curros y catrines; del balazo de Pancho Villa en el techo al trago de tequila de los expresidentes de la república.

Las cantinas hablan en un lenguaje difícil de codificar, las historias son interminables, entenderlas nunca debe de ser un fin, hay que vivirlas, hay que dejarse arrastrar, hay que construir una relación de complicidad con su todo heterogéneo. Estar abiertos a que pase lo que tenga que pasar. 

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