martes, 16 de febrero de 2016

Notts

Nottingham es un lugar de contrastes. Se trata de una ciudad tan longeva como sus cavernas, que han visto pasar invasiones normandas, revoluciones y guerras mundiales. Gracias a sus dos universidades se respira un aire académico que combina con los antecedentes históricos, pero que también genera una vida nocturna bastante intensa. Nottingham es bipolar; la rutina oscila entre libros y copas, entre la elegancia y la decadencia, incluso a 0 grados se observan minifaldas.

La economía local gira en torno a los más de 40’000 estudiantes. Se podría hablar de una industria educativa, que repercute no sólo en el ámbito docente sino también en los servicios públicos, el transporte y el ocio. El comportamiento de la ciudad muta en vacaciones, donde el turismo reemplaza a las aulas y reparte, incluso 800 años después, el botín de Robin Hood.

En los últimos meses me he preguntado si en verdad existe una integración entre la población estudiantil (casi flotante) y los habitantes locales. Mi conclusión prematura es que las interacciones entre estos grupos se dan sobre todo en los bares y en el estadio. Es aquí donde he podido apreciar guiños entre los visitantes y los residentes, gestos efímeros que aunque breves, ayudan a colorear el panorama gris del cielo inglés.

                               
El trato de los oriundos es muy peculiar, se puede pasar de la frialdad máxima a los gritos y los cánticos con sólo una cerveza. Estos picos también se observan en el paisaje urbano, donde abundan edificios de 1880 y de 1980; Nottingham da saltos de 100 años en sus estilos arquitectónicos de manera constante. Extrañamente estos contrastes cuajan, y es que las esquinas industriales de la ciudad revelan muchas pistas de la idiosincrasia local.

                                            
La sofisticación londinense quedó lejos de los Midlands. Aquí, a falta de Buckinghams y Sohos, se va al pub de la esquina y se recuerdan glorias casi fantásticas, como la de un equipo pequeño que ganó dos veces la Copa de Europa o la de un ladrón que se convirtió en héroe popular. La simpleza de Nottingham es una delicia.

PD
Para apreciar, escuchar y entender mejor a la ciudad recomiendo un clavado a los diseños de Paul Smith, las canciones de Jake Bugg y la filosofía futbolera de Brian Clough. 


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